sábado, 19 de enero de 2013

Ignorancia

A veces la ignorancia hace que las personas sean inconscientes de muchas cosas y me atrevería a decir que crueles, como en el micro-relato que esta semana os dejo

Ignorancia

A ver si consigue así que papá no haga más el indio. Desde luego, es que desde por la mañana no paraba quieto, de un lado para otro de la casa, haciendo esas muecas, echándose la espuma de afeitar por el pelo, y balbuciendo como un niño pequeño. Míralo que tranquilito está ahora, conectado a esa máquina. Lástima que no puedan bajar el volumen a ese pitido continuo.

jueves, 3 de enero de 2013

Un record sacrificado


¿A que alguna vez jugasteis de pequeñitos a eso de ver quien aguanta más sin respirar?. ¿Y a las naves espaciales?. Recuerdo una...

Un record sacrificado.

¿Qué hace ahí fuera Lucas arañando la ventana?. ¡Si el aire fuera del módulo explorador es irrespirable!. Míralo, parece cada vez más desesperado, ya tiene la cara roja y todavía sigue haciendo aspavientos. Por más que le digo que no se ponga nervioso… En fin, ya espabilará. ¿Y ahora para que querrá ese martillo?. ¡No!, no lo hagas, no golpees la ventana!. Y ¡¡¡crass!!! el suelo lleno de cristales. ¡Mamá, Lucas ha vuelto a romper la ventana del sótano!. Y entre pescozones y tirones de orejas, Lucas, en señal de victoria, me enseña en su cronometro como ha batido el record de aguantar sin respiración

martes, 1 de enero de 2013

El año de las erejías

Esta mañana me he despertado con la luz del día entrando por la ventana de mi cuarto. Mientras me desperezaba he recordado que hoy es año nuevo y que ayer me acosté tarde.  Me he dado media vuelta y hecho balance del año que ha pasado, supongo que como muchos otros ciudadanos de este país.

Empecé el año con ilusión, como siempre. Familiarmente las cosas iban más o menos bien, y en el trabajo no me iba mal. Pero según las semanas iban pasando la sombra de la crisis, el paro, y los famosos ERES, hicieron su aparición. Cada vez la tensión era más alta: el miedo a perder el puesto de trabajo y el comenzar a hacer cabalas para llegar a fin de mes, son los primeros pasos para dejar de pensar en las cosas que realmente son importantes. Y así llegamos al verano, que como muchos otros supongo, nosotros decidimos pasar en el pueblo. Iba a ser divertido estar allí, con los amiguitos,  mucho más que irse de viaje a algún lugar donde no conocemos a nadie. Eso les dijimos a los niños, aunque en el fondo el principal motivo es que el pueblo sale mucho más barato. No obstante lo pasamos bien.

Luego tras el verano y algún que otro percance de salud, motivado según todo el mundo por el estrés, llegó el temido momento. En mi trabajo se iba a hacer un ERE. Todos vivimos unas semanas intensas. Nervios contenidos, rumores, en definitiva sufrimiento. Es duro e incluso injusto, pero al final las empresas hacen lo que la ley les permite hacer, y a día de hoy la ley les permite hacer muchas cosas, que según quien nos gobierna permitirán conseguir unos objetivos que serán beneficiosos para el país. Yo no lo sé, pero me permito el lujo de dudarlo, o al menos mantengo la esperanza de que las cosas se puedan hacer de otra forma. Y me lo permito porque he visto a padres de familia sufrir, a algunos compañeros casi llorar, he presenciado como la preocupación se iba instalando poco a poco en sus rostros, y sobre todo he podido vivir la impotencia que todos sentíamos. Impotencia por saber que lo que ocurría estaba amparado por la ley, esa que dicta el estado que en teoría nos debe proteger a todos. Debe ser que el concepto de protección de algunos debe ser muy distinto al de otros en función de su poder adquisitivo. Impotencia, por ver que la familia, que suele servir de refugio en estas situaciones, está sufriendo la misma situación, y ese famoso “colchón familiar”, ¿se acuerdan?, está agotado.

Yo ante este panorama decidí refugiarme en las pequeñas cosas de la vida, esas que valoramos pero que habitualmente nos pasan desapercibidas, como una sonrisa, un beso o tratar de llevar alegría a los demás. Y también luchar por pequeños objetivos. Así fue como me apunté a la San Silvestre Vallecana. Mientras me preparaba para ella, recibí la noticia. El ERE esta vez no me ha tocado y soy uno de los afortunados que este año ha conservado su puesto de trabajo. Esto contento y agradecido a la vida por ello, pero ¿hasta cuando?

Hoy es año nuevo, y ayer corrí la San Silvestre: ¡preciosa e inmensa! Preciosa por el bonito recorrido que se hace por las calles de Madrid, y por la forma tan fantástica de acabar el año, con los que te quieren y a los que quieres.  Inmensa, por que la hacen inmensa todas esas personas, abuelos, abuelas, padres, madres, hijos e hijas, amigos y amigas, que ayer estaban en la calle, unos corriendo y otros animando y aplaudiendo, en el barrio de Vallecas, alegrando el ambiente y haciendo fiesta. Gente de la calle, ciudadanos de a pie, pero personas extraordinarios. Extraordinarios porque seguramente muchos de ellos habrían perdido su trabajo el año que terminaba, porque seguramente estas Navidades han tenido que hacer malabares, para poder celebrar las fiestas y hacer algo especial, y sin embargo allí estaban, haciendo de este país algo extraordinario porque ellos son extraordinarios. 

Hoy es año nuevo y yo estoy contento, porque ayer tuve la oportunidad de estar cerca de ellos unos instantes mientras corría, y lo pude ver, y les estoy agradecido. Tengo la esperanza de que algunas de las personas que nos gobiernan, si leen esto, lo sepan ver, y decidan firmemente hacer algo para acabar con esta situación, aunque me temo que algunos, en lo único que se van a fijar es que he escrito erejía sin hache.