sábado, 26 de octubre de 2013

Inseparables

Las amistades, como son a veces, ¿verdad?

Inseparables
-De esa es de la que tú no quieres hablar, pero yo nunca la olvidaré. Éramos unos críos, y me salvaste la vida –recordaba el anciano a su inseparable compañero, mientras removía lentamente su taza de café.-Sé que la modestia es una virtud, pero en exceso puede llegar a ser un defecto –continuó, apurando su taza hasta el fondo.
El reloj de la cocina marcó las seis, y el anciano se puso en pie.-Anda vamos, que empieza nuestro programa favorito. ¡Ya te has vuelto a dejar el café entero! -rezongó. Y con sumo cuidado, levantó el esqueleto de su amigo para trasladarlo al salón.

iNaudito


Pues es verdad. Los productos de Apple también se estropean. No son iNfalibles. Gracias a un producto Apple estoy escribiendo esta entrada (un iPad), desde un pueblo de Castilla a 1250m de altura. Pero si lo hago, es también debido a que mi iPhone ha decidido resetearse cada vez que la cobertura es baja. Y esto en este remanso de paz donde me encuentro es bastante habitual.  Así que aquí me encuentro, sin móvil, sin datos, sin correo, sin poder comunicarme con mi mundo electrónico, excepto por este ratito que me han prestado y que tendré seguramente que pagar con creces. 
Y ¿sabéis qué he descubierto?. Que puedo vivir sin iPhone, sin iPad y sin iMac. ¡Qué lenguaje! Esta manía tan moderna de ponerle delante una i latina a todo. Dicen algunos que significa: imaginación, innovación, información. Pero perfectamente podía ser i de idiota, imbécil o iluso. Así me he sentido yo estos días. iDiota por haber pagado más por un dispositivo que teóricamente nunca se iba a estropear. iMbécil porque el único argumento demostrativo de tan alto grado de fiabilidad era que tenía dibujada una manzana mordisqueada en su carcasa. E iLuso por simplemente habérmelo creído.  
Ahora no voy a dar la perorata clásica de que realmente se puede vivir sin móvil, o sin acceso.que nunca veo la tele y que lo mejor del mundo es la vida contemplativa de tu yo más interior, y la lectura de la historia del mundo. Yo nunca me he contemplado interiormente, no por nada, pero no vaya a ser que me lleve un susto. Lo que he descubierto es que aunque puedo vivir sin estos dispositivos no quiero estar sin ellos. Y lo que he aprendido es que para disfrutar de la tecnología es necesario adecuar los dispositivos al uso que se les va a dar.
Cuando regrese al mundo de las prisas y el bullicio, pediré cita en una tienda Apple. Que me acabo de enterar de que hay que pedir cita como sí fuera el médico de cabecera. Espero que alguien amable, de presencia agradable y con una camiseta con manzana incorporada sea capaz de entender que le pasa a mi móvil, sin que le tenga que demostrar mil veces lo que ya sé que va a ocurrir. Y espero que en honor a ese espíritu de servicio personalizado que se supone tiene una cita previa, quien allí este recoja mi iPhone fuera de garantía y me de uno nuevecito y empaquetado que funcione. Seguramente este siendo un iLuso de nuevo, pero es lo que espero.
Lo contrario me parecerá iNaudito.

lunes, 7 de octubre de 2013

Batallas perdidas

Llevaba tiempo sin escribir ningún micro-relato. Este fue el de la semana pasada,  tenía un comienzo un poco complicado que me ha llevado a otra época. En fin...

Batallas perdidas
A grandes zancadas sobre las olas el gigante “rompe-huesos” trataba de alcanzar la costa. Allí, en la orilla, le esperaban al menos un millar de enanos dispuestos a defender su reino, como todos los años. Su líder, barba roja y hacha en mano, frunció el ceño. No podía comprender cómo el gigante insistía en atacarles, cuando todos los años salía derrotado. Saltando una y otra vez sobre un mar enfurecido, “rompe-huesos” se aproximaba a gran velocidad. De repente se detuvo, y mirando a todos esos enanos, se preguntó cómo seguían dispuestos a sacrificar cientos de compañeros. Se encogió de hombros, y la batalla comenzó.