Inseparables
-De esa es de la que tú no quieres hablar, pero yo nunca la olvidaré. Éramos unos críos, y me salvaste la vida –recordaba el anciano a su inseparable compañero, mientras removía lentamente su taza de café.-Sé que la modestia es una virtud, pero en exceso puede llegar a ser un defecto –continuó, apurando su taza hasta el fondo.
El reloj de la cocina marcó las seis, y el anciano se puso en pie.-Anda vamos, que empieza nuestro programa favorito. ¡Ya te has vuelto a dejar el café entero! -rezongó. Y con sumo cuidado, levantó el esqueleto de su amigo para trasladarlo al salón.